viernes, julio 04, 2008

Nunca me entero de nada

De vuelta a este lado de la esfera. El viaje iniciático por la senda de la reconstrucción ha llegado a su fin y el ente que maneja mis devaneos me ha transportado de nuevo a la vieja Europa. Todo sigue casi igual. Bueno, todo no. He mejorado como persona y mi mente ha evolucionado en una escala importante. Eso me otorga una vitola de cierta prepotencia y me siento encantado de volver a estar navegando en este torrente que es la vida. La verdad es que la oscuridad que ha embadurnado mi trayecto ha evitado de ser partícipe de muchos acontecimientos y por lo tanto, de absorber conocimientos y costumbres de los mortales que pululan por estos lares.
Creo que estoy en deuda con muchos de vosotros y sobretodo conmigo mismo y me pongo ahora mismo a trabajar.

Hace poco en un sueño tuve la oportunidad de charlar conmigo mismo y verme desde el cénit de la templanza renovada. Estaba extrañamente descansando en un vórtice páramo y mi otro yo se acercó sigilosamente y se sentó junto a mi. Me ofreció un cigarro que acepté de buen grado. Permanecimos en silencio algunas unidadades de tiempo mientras notabamos que el sol se desperazaba y vertebraba al unísono la esencia de nuestros metabolismos. "¿Donde has estado?" me preguntó mi otro yo. Estuve meditando mi respuesta durante tres o cuatro caladas y no supe que decir. Mi otro yo fue rápido y me mostró un cuaderno y un mapa. El cuaderno albergaba numerosas y fértiles anotaciones, pero se veía truncado de golpe y unas decenas de páginas después comenzaba de nuevo a mostrar síntomas inequívocos de vida y palabrería casual. "¿Ves? Esas páginas en blanco son tu actual tributo a esta esfera en ese período sombrío. Tienes el libro de tu vida incompleto. Hay escenas y momentos que quizás puedas emular pero nunca serán los mismos. Una risa perdida, jamás podrá ser recuperada. Una charla obviada, tampoco podrá ser reconstruida por mucho que te esfuerces". Estas palabras me sumieron en un extraño sopor y una opresión gótica se apoderó de mi alma. En un momento el cielo se tiñó de ocre y los árboles se despojaron de sus hojas. Cuanta razón tenía mi otro yo. Y movido por una energía sinérgica me incorporé y vacié mi mochila junto a la vereda del rio. Oscuros y mohosos pedruscos se retorcieron sobre la hierba. Su peso atómico era superior al que yo podía acarrear y todo el camino estaba siendo cuesta arriba. Tomé los pedruscos y los arrojé sin miramientos al río. Estos borbotearon y se ahogaron en segundos emitiendo un quejido herrumbroso. El sol retomó su escala cromática y el sendero abrupto que estaba trazando se niveló y se tornó amable. El conejo blanco apareció con su reloj y me musitó: "hay prisa fredw, tienes mucho camino que andar". Y desapareció espolvoreando briznas de hierba. Cogí mi mochila y el cuaderno. Inspiré el fresco aire que emanaba de la cercana montaña y me encaminé hacía el Oeste. Mi otro yo, se despidió con una sonrisa sonora y despareció entre las brumas matineras. Tomé el sendero y caminé con ánimos renovados durante horas. Al torcer el camino, pasado los cerros de los suspiros avisté una ciudadela amurallada que me hizo un guiño descarado de bienvenida. En unos segundos me había plantado en su puerta fortificada y tras atravesarla, comencé a vagabundear por las estrechas calles empedradas. En un momento dado el azar quiso situarme en una extraña posada, con unas mesitas en el exterior. Tomé asiento y al instante una bella joven se apostó a mi siniestra blandiendo una mirada intensa, muy llena de vida. La observé durante unos segundos interminables y vislumbré en sus ojos el mapa que iba a guiar mi camino, mi nuevo camino. Era morena, no muy alta, bien proporcionada y recogía su pelo en una trenza vikinga. Sonreímos al unísono y desapareció como un terrón de azúcar en un té hirviendo. A los pocos instantes apareció de nuevo y depositó en la mesa una jarra de cerveza bien fría y un emparedado de longaniza. Devoré el manjar en cuatro suspiros y deglutí el sagrado líquido con una consternación inversa nunca vista. Una energía heurística se apoderó de mi ser e inyectó poder y decisión a mi futuro a corto plazo. La joven sonrío de nuevo y copié su movimiento facial. Copié cada fluctuación muscular y esbozé la mayor sonrisa del mundo. La ciudadela se me habia hecho pequeña y decidí en seguir el camino. La joven me besó y me entregó mi cuaderno. Me despedí no sin aflicción y dejé llevar mis pasos hacía occidente tras atravesar un notorio bosque de abedules. La mochila ya no pesaba y mi energía marcaba el ritmo a seguir. Y un mapa descrito en unos profundos ojos marrones guiaba mi destino. Así con fuerza el cuaderno y busqué mi estilográfica y decidí anotar la experiencia en las páginas en blanco. Al abrir el cuaderno una foto se desalojó y planeó mansamente hasta el suelo. Una foto en blanco y negro donde mi rostro salía sereno. Detrás de mi el entorno de la plaza levemente distorsionado era una señal inequívoca de que era de nuevo el protagonista de mi vida. Sonreí de nuevo y tras unos instantes de caminata encontré el sendero que me llevó de nuevo a esta esfera. Ha sido un camino de piedras y el regreso es evidente. Fredw pulula de nuevo por aqui. Ávido de conocimientos y de mostrar el costumbrismo que se asoma a cada momento en este lado de la esfera.