lunes, julio 23, 2007

Sesión vermú

Tras la fallida entrada anterior, de la que me averguenzo y me pongo a disposición de mis lectores para flagelos e improperios, he decidido rescatar un tema injustamente olvidado: Las sesiones vermú!!! Siniestro Total, uno de mis grupos preferidos, hizo un sentido homenaje a este acto, allá por el año 1997 con un álbum de nombre homónimo!

Vayamos por partes. Mi trabajo de campo se refiere básicamente a la zona de influencia por la que he pululado en innumerables fiestas de pueblos, normalmente en honor al santo de rigor: El Bierzo, esa pequeña comarca embutida entre Lugo, Zamora, León y Asturias. Lugar de gente recia, afable, hospitalaria y bregadora.

Mis inicios en las activades se remontan a los tiempos de pantalón corto y consumo de fantas, mirindas o gaseosas coloreadas. Observaba con cierta envidia a los mayores como tiraban de tintos y ginebras, pero en fin, todavía no era mi tiempo y tuve que esperar algunos años hasta que lancé sin rubor ni miedo a la ingestión de bebidas espirituosas. En fin, no hay fiesta sin orquesta, ni orquesta sin músicos y ni músicos sin bar o bares sin músicos. Fue cuando realmente comencé a admirar a esos maestros el arte del compás. Pero bueno, nos remitiremos a los hechos. Cada comisión de fiestas, una vez con el presupuesto en mano, decide como repartir los pocos fondos para atender las verdaderas necesidades de los parroquianos. Y como he comentado anteriormente, es inviable una fiesta sin orquesta. Para presupuestos modestos, basta un terceto clásico: bajo, teclado y batería para versionear libremente pasodobles, clásicos y hasta alguna joya de folklore popular. Pero vamos a ceñirnos al caso real vivido hace unos lustros y del que fui testigo de excepción.

Se trataba de la orquesta Carocos, famosa y reconocida sobre todo por los pueblos y villas del Bierzo Alto. Su fundador, Manuel, era un ávido teclista formado musicalmente en el conservatorio municipal de Barcelona, aunque luego se supo que realmente no llegó a acabar el primer año de curso, en fin, Manuel consideró que había aprendido lo suficiente y que su talento natural haría el resto. Manuel aporreaba con cierta maestría un viejo teclado Korg, que según las malas lenguas había ganado en una apuesta a un músico suizo en una partida de tute subastao. Completaba la orquesta su cuñado Suso al bajo, Muiñas a la batería y Jose el 'asturiano' a la guitarra. Comenzaron en pequeñas veladas haciendo versiones de clásicos hasta que depuraron su técnica y sopesaron la necesidad de fichar a un vocalista. Asi, Diego 'el Gavilán' se unió al grupo y empezaron los primeros bolos serios. En un principio tocaban en locales acondicionados como salas de fiesta sin cobrar un duro, tan solo las consumiciones que tomaban antes, durante y después de las actuaciones. Aunque poco más tarde, los contratistas, viendo el saque de los Carocos, decidió pagarles en metálico y que las copas se las pagaran ellos. Poco a poco se fueron haciendo un nombre en la zona y comenzaron a ser asiduos de las grandes fiestas patronales. La complejidad y variedad del repertorio hizo que el grupo se planteara la incorporación de una voz femenina y asi, Rosa de Doncos se unió a la formación. Alcanzaron cierto nivel de profesionalización e incluso se permitieron el lujo de dejar sus trabajos en los meses de verano para ceñirse únicamente a tocar en todos los sitios donde eran requeridos. Después de esta breve reseña histórica, pasamos a explicar lo que realmente se fomenta en la sesión vermú.

Normalmente el mismo día del baile, la orquesta suele tocar unos temas donde hace una avance del repertorio de la noche. Se suele hacer cuando la gente ha salido de misa y acude a las tabernas y cantinas para hacer el vermú, aunque los parroquianos de la zona suelen tirar más de blancos o claretes. En resumen, la banda ofrece una selección de lo que por la noche acontecerá. Tras la demostración, los músicos, tras recoger sus instrumentos, acuden a las mismas tabernas o cantinas para darse baño de multitudes y fanfarronear con las mujeres de lugar.

Este es mi pequeño homenaje a las orquestas de baile que frecuentan y amenizan las fiestas de los pueblos y a esos músicos bregados en orujo.